
La prensa no escatima tinta a la hora de conjeturar, especulando con todo tipo de incorporaciones, futuras promesas, descartes de otros clubes, cracks españoles, jugadores temperamentales, superestrellas … siempre resaltando una especial debilidad – ya a esta altura es una tendencia mundial- para con los jugadores marketineros. Por caso, a Drenthe se lo conoce más por sus rastas que por lo hecho en Feyennord y parece que esa fuera la única característica para “atarlo”.
No descubro nada en estas líneas, esta política viene desde Florentino Pérez y se la conocía como “Zidanes y Pavones” (combinar estrellas y juveniles en un mismo equipo) y que su único fin – o por lo menos el inmediato- era vender camisetas. Lo grave es que dicha estrategia se ha ido degenerando hasta llegar al estado actual, en el que no se le da sitio a los canteranos y las estrellas lo son pero no dentro del campo de juego sino fuera del mismo. Resultaría absurdo comparar Zidane (el mejor y el más serio –JRR dixit)) con Beckham (impresentable), a Figo (coraje) con Robinho (vende humo), a Makelele (recuperador inigualable) con Diarrá (africano no es sinónimo de actitud) o Gago (metrosexual) o a Morientes (optimista del gol) con Cassano (rebelde (?)). Los primeros son jugadores de fútbol, serios profesionales, que si bien no pueden abstraerse de la realidad y son parte del negocio publicitario, son valorados por sus dotes futbolísticas y no por su pelo, su sonrisa, sus bicicletas o su simpatía. Es más, si han llegado a generar ganancias "extrafutbolísticas" ha sido a partir de su excepcional rendimiento y no por su belleza o carisma (pequeña diferencia).
De este modo se crea un círculo vicioso generador de ficticias necesidades compuesto por la prensa, los directivos, técnicos caprichosos y sin personalidad y una “afición” exigente, y lo digo entre comillas, ya que alguien que concurre a un estadio para ver el nuevo corte de pelo de Beckham o los tiros libres a la barrera de Roberto Carlos no merece ser calificado como tal; esos que tan mal le hacen al fútbol, que lo miran sólo cada 4 años o que simpatizan sólo en las finales, esos que utilizan el arlequín como estandarte y que pregonan la idea de que la suma de las partes es más que el todo.
De este modo se crea un círculo vicioso generador de ficticias necesidades compuesto por la prensa, los directivos, técnicos caprichosos y sin personalidad y una “afición” exigente, y lo digo entre comillas, ya que alguien que concurre a un estadio para ver el nuevo corte de pelo de Beckham o los tiros libres a la barrera de Roberto Carlos no merece ser calificado como tal; esos que tan mal le hacen al fútbol, que lo miran sólo cada 4 años o que simpatizan sólo en las finales, esos que utilizan el arlequín como estandarte y que pregonan la idea de que la suma de las partes es más que el todo.
El resultado de dicha combinación es el presente del Real Madrid, donde constantemente se demandan refuerzos, sucesores, sucesores de sucesores, promesas…
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